Hoy escribo desde un lugar mágico. Los que lo conocen me entenderán. Estoy rodeada de recuerdos. Os escribo desde “el puente” de mi maravilloso pueblo. El rincón más especial del mundo, ilusos los que digan lo contrario. Es 27 de Diciembre, en apenas cinco días despedimos otro año. Momento de hacer balances, de mirar para atrás y de recordar. Momento de resumir este año diferente, ni mejor ni peor que los demás. Creo que lo más importante que debemos hacer es agradecer que podemos sumar un año más a nuestra espalda, afortunados nosotros. Personas nuevas han aparecido en mi vida este año, a las que quizás conserve siempre, y otras a las que pierda en el camino, triste pero cierto, supongo que forma parte de la vida el cruzarse con miles de personas a lo largo del camino y conservar simplemente a las esenciales.
Lo más triste de poner punto y final a un año es recordar a los que ya no siguen con nosotros. Yo este año en especial recuerdo a una persona y que mejor lugar para hacerlo que donde estoy ahora mismo. La vida nos lo da y nos lo quita todo.
Es muy típico escribir acerca del final del año en estas fechas, pero de verdad creo que es necesario. ¿Qué hemos aprendido? Esa es la mejor de las preguntas. Cada año tiene su historia y cada momento su lección, y la de lecciones que me ha dado este 2013… Hay que caerse para aprender a levantarse y hay que vivirlo para contarlo, ya sea con sonrisas o con lagrimas. Despedimos otro año más y damos la bienvenida a un 2014, del cual esperamos lo mejor que pueda darnos. ¡Sean felices!
viernes, 27 de diciembre de 2013
miércoles, 11 de diciembre de 2013
No hace falta preguntarse ni cómo, ni cuándo, ni por qué.
Apareciste por sorpresa, sin avisar. No sé si es cosa del destino o simplemente
tu sitio es este, sin más. En realidad creo que la vida me vio con ganas de
jugar y te planto enfrente de mi en forma de reto, llamémoslo así. La RAE
define la palabra reto como: “Objetivo o empeño difícil
de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien
lo afronta.” Subrayen en amarillo fosforito la palabra difícil. Supongo que hay
muchas clases de retos, pero a mi me ha tocado uno de los complicados. Por suerte o por desgracia
el tiempo es lo que más rápido corre y como bien dice Andrés Suárez:”¿Cómo
convences a una persona en una noche, que lo que tu quieres es una vida y
media?” Eso si que es un reto señores. ¿Hay segundos, minutos, horas, días
suficientes para convencer a alguien de que se quede contigo, a tu lado para
siempre? Creo que no necesitamos ni un minuto para pedirle a alguien que se
quede, a la vez que le decimos que no se vaya nunca. Yo no decidí que entrases
en mi vida, de hecho aun no sé quien lo decidió pero siempre tendré buenas
palabras para él, eso lo aseguro. No necesito más retos, ni más de dos minutos para
darme cuenta de que no quiero que te vayas nunca, sino que te quedes para
siempre.
domingo, 1 de diciembre de 2013
Y aquí estas de nuevo, mira que has tardado
poco. Un abrir y cerrar de ojos. Parece que cada año tienes más prisa. Llegas y no
se si alegrarme o llorar. Me recuerdas que el tiempo es lo que más rápido pasa
y que me quedan apenas días para despedir otro año. Me traes frío y haces que
me siente en el sofá, en la cama o delante de una chimenea mientras pienso que
no he cumplido ninguno de los propósitos que hice a comienzos de año, el uno de Enero para ser exactos. Quizás pensé que tendría más tiempo pero no, llegas de
sopetón y sin llamar antes de entrar. Eres el mes más especial quizás porque la
mitad de la gente te odia y la otra mitad adora tu llegada. Yo voy a colocarme
en medio de la línea. Apareces con un cartel en la frente diciéndonos a todos
que nos quedan treinta y un días para sacar conclusiones del año vivido. Llegan
los arrepentimientos al igual que las sonrisas por cada victoria, balances de
lo bueno y lo malo, piensas en aquellas personas a las que no debes perder
nunca y todas esas que se han ido a lo largo del año, incluso antes de que tu
llegases. Vienes cargado de emociones al fin y al cabo. Bienvenido un año más
Diciembre.
viernes, 15 de noviembre de 2013
“Lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final
de los finales, no le quedan dos puntos suspensivos.”
Joaquín Sabina sonaba en la radio. Dio un portazo y bajo las
escaleras, peldaño a peldaño pensando si volvería, si volverían a verse.
Cigarrillo en la boca y preguntas sin respuestas en cada una de esas caladas. Andaba
deprisa, pero a la vez despacio. Hacia frío y hasta sus manos parecían decir
que le echaban de menos. Ni diez minutos habían pasado. Lloraba. Ni rímel, ni
carmín, ni sus propias palabras lograrían salvarla de aquel frío domingo.
Siempre solía ser él quien la salvaba de los días fríos, hasta con una tarrina
de helado en la mismísima Antártida. Se preguntaba como sería capaz de pasar
pagina en ese mismo instante, con tantos sueños hechos pedazos y sin una sola
pieza de ellos encajando. Piezas de una historia que tenía que terminar, que había
terminado sin un baile de despedida. Ahora los domingos volverían a ser
domingos de mierda y las cartas de los cajones irían directamente a la hoguera,
y nada duele más que palabras quemándose, os lo aseguro. Palabras que subían
como el humo y caían como la lluvia. Lluvia la de sus ojos empapados de
recuerdos, de esos que matan por dentro, esos que quieres plasmar en las
paredes de cualquier calle para que todos sepan de verdad lo que es querer y lo
que duele desquererse. El punto final parecía más real que nunca y eso es lo
que verdaderamente duele, lo real, lo cierto, el saber que los finales llegan y
esta vez sin posdata. Y Sabina fue testigo.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Pues aquí estoy, respondió. Te preguntaras que hago, 1 de Noviembre, llamando a tu puerta, después de tantos meses. Noviembre es la respuesta.
Han pasado diez meses y justamente he elegido este día para plantarme en la puerta de tu casa, sin flores, ni bombones, ni perritos de esos que salen de cajas con lazos, pero con muchas cosas que decirte. Noviembre me ha sacado de la cama esta mañana y me ha arrastrado hacia aquí, hacia a ti. Debe ser que le he gustado, pero eso es lo de menos. Quiero que sepas que este mes me da buen rollo, pero no ese buen rollo de amigos, cervezas, fiesta, no. Ese buen rollo de ti. Creo que son miles las cosas que podemos hacer juntos, empezando por no salir de casa en una semana, o más si quieres. Podemos vivir a base de cosquillas y de películas, aunque sean de esas empalagosas que te gustan a ti. Flores, llenaremos el salón de flores, pero a cambio nada de mascotas, creo que no estoy preparado para cuidar de alguien que no seas tu. La segunda semana podemos empezar a salir, pero de casa al aeropuerto, que ese sea nuestro camino. Lo del destino el cosa tuya, me da igual ir a China, a Caracas, a Rusia, mientras que mi compañera de asiento en el avión seas tu y te duermas al menos una vez cada viaje apoyando tu cabeza en mi hombro, mientras yo leo folletos sobre la ciudad que visitaremos y pongo cara de interesante a las azafatas. Podemos hacer miles de fotografías en cada uno de estos lugares, empapelar la casa entera con ellas y observarlas cada mañana mientras desayunas y a mi se me queman las tostadas, nada nuevo. Tengo una lista interminable de cosas que quiero hacer a tu lado, probablemente nunca termine de escribirla, y bueno... simplemente estoy hoy aquí porque me he levantado pensado que debe ser bonito quemar un calendario y hacer que empiece ahora mismo el resto de nuestros días. Me gusta noviembre.
domingo, 27 de octubre de 2013
Ilusos nosotros que pretendíamos comernos el mundo, sin saber que hay veces que es el mundo el que nos come a nosotros. Nos vuelve tan pequeños que parece que ya nada puede salir bien. Consiste en pasar una serie de pruebas, la vida es la que más veces nos coloca en la cuerda floja. Entre el todo y la nada. Y que jodida situación esa, eh.
Nos vuelve débiles y valientes a la vez. Nos sitúa en túneles que parecen no tener salida pero al final, siempre hay luz, lo verdaderamente difícil es encontrar esa luz. Un camino lleno de baches, como el que pretende patinar sobre el hielo sin caerse al menos una vez. Durante ese camino vamos a llorar, a llorar de pena, ese es el peor de los llantos. También reiremos, de esas veces que es necesario parar por las cosquillas que se te forman en el estomago, esa es la mejor de las risas. Pero, lo más importante, vamos a sentir. De esas veces que el sentimiento es tan grande que parece que el corazón se sale por la boca. Un cumulo de sensaciones que acaban al final de ese túnel que la vida te ha construido, has aprendido tanto en un camino tan corto, que parece casi imposible.
Nos vuelve débiles y valientes a la vez. Nos sitúa en túneles que parecen no tener salida pero al final, siempre hay luz, lo verdaderamente difícil es encontrar esa luz. Un camino lleno de baches, como el que pretende patinar sobre el hielo sin caerse al menos una vez. Durante ese camino vamos a llorar, a llorar de pena, ese es el peor de los llantos. También reiremos, de esas veces que es necesario parar por las cosquillas que se te forman en el estomago, esa es la mejor de las risas. Pero, lo más importante, vamos a sentir. De esas veces que el sentimiento es tan grande que parece que el corazón se sale por la boca. Un cumulo de sensaciones que acaban al final de ese túnel que la vida te ha construido, has aprendido tanto en un camino tan corto, que parece casi imposible.
viernes, 11 de octubre de 2013
Recuerdo
esa película de 1960 a la perfección, aquella conversación que decía algo como: "Yo vivía como Robinson Crusoe, era un naufrago entre ocho millones de
personas, hasta que un día vi pisadas en la arena y la encontré a usted".
Me
levanto del sofá con café en mano y miro detrás de estas cuatro paredes, gotas
de agua en los cristales, y en mis mejillas. Pienso, en silencio, sin hacer ruido.
Yo era como aquel tipo, solo entre tanta gente entre miles y millones de
personas y cuál de ellas sería la que tuviese el pie perfecto para pisar en la
arena de mi isla, de mi abandonada isla. Y apareciste, sin prisas, con un libro
debajo del brazo y ojos que hablaban más que cualquier boca. Yo con miedo de
todo, de la vida en general, hasta de mi mismo, decidí arriesgar, cosa que
hacen los valientes, o eso dicen. Valentía era lo que tú tenías detrás de esa
sonrisa de medio lado y esas manos que parecían decirme: voy a salvarte. Y así
fue.
Me salvaste de tempestades que llegaban justo en el momento en el que yo necesitaba
calma. Me salvaste de los horarios, de mi miedo al tiempo, quitándole todas y
cada una de las pilas a mis relojes y arrancando de mis paredes las hojas de
los calendarios al ritmo de “I want to break free” Me
salvaste de esos sueños imposibles, para nosotros esa palabra estaba
prohibida, conseguimos cambiarla por billetes de ida sin vuelta. Maletas llenas
de fotografías que luego pegaríamos en las paredes de aquel apartamento, ese
apartamento en el que ahora el café es solo para uno, y ya ni se disfruta. La
lluvia afuera y yo aquí, lloviéndome dentro, sin maletas, ni sueños, ni viajes.
SIN TI.
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